
Las hambrunas medievales, la Peste Negra, la colonización vikinga de Groenlandia o la expansión del Imperio Mongol desde Asia hasta occidente tuvieron lugar a mediados del siglo XIV y todos estos acontecimientos históricos tuvieron una estrecha relación con el cambio climático.
La Pequeña Edad de Hielo trajo inviernos muy fríos a muchas partes del mundo, pero la documentación más completa está en Europa y América del Norte. A mediados del siglo XVII, el avance de los glaciares de los Alpes suizos afectó a pueblos enteros. El río Támesis y los canales y los ríos de los Países Bajos se helaron. En el invierno de 1780, el Puerto de Nueva York se congeló y la gente pudo caminar de Manhattan a la Isla de Staten. El hielo del mar que rodea Islandia se extendió varios kilómetros en todas direcciones, lo cual provocó el cierre de los puertos de la isla.

¿Qué causó este descenso de las temperaturas? Los científicos han identificado dos causas de la Pequeña Edad de Hielo: una disminución de la actividad solar y un aumento de la actividad volcánica.
Durante el periodo 1645 – 1715 la actividad solar reflejada en las manchas solares era sumamente baja, a veces inexistente. Este período de baja actividad es conocido como el Mínimo de Maunder.
Cuatro erupciones volcánicas, en el espacio de cincuenta años, serían responsables de este fenómeno. Cuando un volcán entra en erupción, sus cenizas alcanzan la parte alta de la atmósfera y se pueden extender hasta cubrir la tierra entera. Estas nubes de ceniza hacen que no llegue la radiación solar entrante, llevando a una disminución de la temperatura a nivel mundial. Pueden durar hasta dos años después de una erupción.
Alrededor de 1850, el clima del mundo empezó a calentarse de nuevo y puede decirse que la Pequeña Edad de Hielo se acabó en ese momento.