Ahora que llegan los días de gorro, bufanda y guantes lo que más apetece es tomarse una buena taza de chocolate caliente, pero… ¿cómo llegó esta deliciosa receta hasta nuestras tierras?

La primera toma de contacto de Europa con esta delicia aparece documentada en la biografía Historia del Almirante escrita por Hernando Colón, que por el apellidos habréis averiguado que era el hijo de Cristobal Colón. En ella relata que en el IV viaje del descubrimiento (1502 – 1504) observaban como los comerciantes mayas se dedicaban a recoger unas ‘almendras’ que se habían caído en la nave donde ellos viajaban, pero no les dieron importancia y ahí quedó la cosa.
Las que pareció que estimaban mucho, porque cuando fueron puestas en la nave las cosas que traían, noté que, cayéndose algunas de esas almendras, procuraban todos cogerlas, como si se les hubiera caído un ojo.
Cuando Hernán Cortés llegó a México en 1519, los botánicos que le acompañaron se interesaron por esas ‘almendras’, ya que era algo que nunca habían visto, y las bautizaron como ‘amígdala pecuniaria‘ ya que eran utilizadas por los mayas como moneda de cambio. Cuando fueron recibidos por Moctezuma, les ofreció un vaso con una bebida tonificante y considerada sagrada para ellos: chocolate. Éste estaba hecho con cacao, especias, maíz molido y pimienta. Cortés y sus hombres cayeron rendidos ante semejante brebaje.
Una sola taza de esta bebida fortalece tanto al soldado que puede caminar todo el día sin necesidad de tomar ningún otro alimento.
Hernán Cortés sobre el chocolate en una carta a Carlos V
En 1534, un monje del Císter, Fray Jerónimo de Aguilar, que acompañaba a Cortés por México, envió a España el primer cacao y la receta del chocolate a D. Antonio de Álvaro, abad del Monasterio de Piedra. Fueron los monjes de este insigne cenobio los primeros en probar este manjar.
Para prepararlo tostaban las semillas y después las molían, añadían agua y calentaban la masa. Cuando estaba en su punto, la retiraban, la batían y la mezclaban con harina de maíz para espesarla. Hay que destacar que el chocolate que tomaban era bastante más amargo que el que conocemos actualmente.

Con el paso del tiempo se extendió por todos los monasterios cistercienses de Europa, de hecho, se sabe que en algunos monasterios existía una pequeña estancia justo encima de los claustros llamada chocolatería, y donde al parecer los monjes cocinaban y degustaban el chocolate en sus momentos de ocio.
El chocolate alcanzó una gran popularidad gracias a que la Iglesia consideró que su consumo no rompía el ayuno y a su adaptación como bebida oficial de los reyes llegando a ser la bebida oficial de las cortes europeas para todas las recepciones oficiales y empezando a crecer las rutas comerciales del chocolate entre América y Europa.
El chocolate del siglo XVII al ser líquido, no infríngía el ayuno eclesiástico. Liquidum non frangit jejunum (el líquido no infringe el ayuno) permitió que fuese bebido sin incurrir en pecado capital.
Fue con la implantación dela caña de azúcar en las regiones cálidas de América cuando se pusieron realmente las bases para crear el chocolate dulce, lo que le dio un sabor más parecido al que hoy conocemos.